11 julio 2006

Londres 29: National Portrait Gallery

La National Portrait Gallery, como su propio nombre indica, alberga la colección de retratos más importante del país y se encuentra al lado de la National Gallery. Es curioso, pero a pesar de que ambas galerías están pegadas y de las evidentes similitudes en su denominación, funcionan como entidades autónomas. Justo al revés que la Tate Gallery, que tiene sus sedes en casadiós, todas muy separadas, pero todas son Tate Gallery. Ellos sabrán.

El museo es muy bonito de ver, es un estupendo Who Is Who de los británicos más representativos de los últimos cinco siglos. Lo mejor de todo es su variedad ya que, aunque al principio son todo reyes y nobles, a medida que pasa el tiempo van apareciendo personalidades de la política, el ejército, el teatro, la literatura, las artes plásticas y muchos más ámbitos. Como es evidente los estilos también van variando, y se ajustan a los gustos de la época del personaje. La inmensa mayoría de las obras son estupendas, pero quiero destacar una por inesperada y original, el retrato de Aleister Crowley en plan art deco.

Al salir me pasé por Trafalgar Square, y la casualidad hizo que se me compensase por algo de lo que me quejé amargamente hace ya un mes. Hoy terminaron las obras de restauración de la estatua de Nelson y estaban retirando el andamiaje, con lo que le pude echar un vistazo al Almirante en todo su renovado esplendor.

Y con esto y una sidra en The York se cierra mi saga londinense. Concluyo con un agradecimiento a todos los que me hicieron de estos días un poco más especiales: Alan, Annette, Arno, Ashleigh, Asia, Kwame, Leire, Nadiya, Nick, Sophie, Stéphanie y Zélia. See you soon!

10 julio 2006

Londres 28: Tate Gallery (y II)

Hoy he disfrutado de otra de las colecciones que forman parte de la Tate Gallery, concretamente de la Tate Modern. Y, efectivamente, aunque sigo teniendo mis reservas hacia la mayor parte del arte moderno, puedo decir que la he disfrutado.

La ubicación elegida para esta colección es, cuando menos, singular. Han reaprovechado la antigua central eléctrica de South Bank y la han transformado en museo, aunque sin retocarla demasiado. Evidentemente le han quitado toda la maquinaria... pero incluso ahí han querido mantenerse fieles al espíritu del edificio, ya que en determinadas zonas tienen altavoces que emiten el ruido de fondo que provenía de las turbinas. Si os gusta la arquitectura industrial, es vuestro sitio.

Como siempre, hubo cosas que me gustaron y cosas que me dejaron absolutamente indiferente. De las que me gustaron, destacar como siempre a mis queridos surrealistas, que cuentan con una importante presencia (ya podía aprender el maldito Reina Sofía). Además, no puedo dejar de mencionar a dos autores que para mí eran unos absolutos desconocidos hasta ahora y que me han dejado verdaderamente impresionado: Tacita Dean, alguien capaz de hacer maravillas tan sólo con tiza blanca y pizarra (The Roaring Forties: Seven Boards in Seven Days, 1997) y Christian Marclay, un mago de la imagen y el sonido que hace surgir orden y belleza a partir del caos que él mismo propicia (Video Quartet, 2002).

También hay salas con cuadros de esos que son un cuadrado de color... lástima que mis gafas sean de metal.

09 julio 2006

Londres 27: Covent Garden

Que a nadie le lleve a engaño el nombre, Covent Garden no es un parque, es una plaza peatonal en pleno centro de la ciudad, en el corazón de lo que llaman Theatreland. El nombre le viene de que por los andurriales se concentran la mayoría de los teatros de prestigio, y de que por tradición y disposición urbanística se presta para el teatro callejero.

Poco más tengo que decir del sitio, porque mi atención estuvo centrada en todo momento en lo que allí ocurría. Hoy es domingo, y en todo momento había varias actuaciones en marcha, y para todos los gustos: magos, mimos, malabaristas, bailarines, cómicos, comediantes y gente del espectáculo en general. Todos ellos siguen una dinámica muy similar, que consiste en empezar con cositas muy ligeras para ir atrayendo al público y luego lanzarse al show, que suele desarrollarme en un ambiente participativo y divertido. La comedia es la reina de Covent Garden.

La improvisación es clave en estos espectáculos, y no sólo porque se trata de un espacio público y hay que jugar con las cartas que te tocan (paseantes que pasan del espectáculo o incluso que lo alteran, diversos ruidos ambientales, las variables condiciones climatológicas de Londres, sobre todo el viento...), sino también porque nunca sabes cómo va a ir reaccionando tu público y te tienes que ir adaptando. Y esa es otra de las claves: el público.

Los espectáculos se hacen siempre con la participación del público en mente, tanto animándolos como meros espectadores pasivos (para que aplaudan, griten o delimiten el escenario) como empleándolos como parte integrante del show. Y, aunque se ve que tienen buen ojo para seleccionar a gente que les vaya a dar una buena respuesta, siempre existe un riesgo tremendo. ¿Y si el niño de cuatro años que has elegido porque es mono no se va a poner a llorar y escapará en medio del show? ¿Y si ese tiarrón que parecía tan mazas no es capaz de soportar tu peso para ayudarte a subir a la cuerda floja? ¿Y si la chica guapa que eliges como ayudante para los trucos de magia resulta ser un cardo? El caso es que, es un misterio, pero todo sale bien siempre. Por supuesto que me tocó subir al metafórico escenario, y me tocó como bailarín... y, misteriosamente, por una vez no tuve dos pies izquierdos. Será la magia del espectáculo.

Como espectador es muy difícil decirles que no a los artistas. Vale que yo iba predispuesto a hacer lo que fuese, cualquier cosa por unos aplausos, pero incluso los que parecían más renuentes acababan saliendo si se les animaba un poco. No hablar el idioma no es excusa, los artistas saben que la mitad de los presentes son turistas y está contemplado en los espectáculos. Tampoco se cortan un pelo a la hora de pedir pasta al final de la actuación, pero como ya he mencionado es muy difícil decirles que no. Por otra parte, tienen mucha razón, dándole dos libras a cada uno te gastas menos dinero que yendo al cine, y la verdad es que te lo pasas de fábula.

Lástima haber venido por aquí en mi última semana en Londres, porque seguro que repetía.

08 julio 2006

Londres 26: Southwark

Como los asiduos del blog ya sabrán, no es la primera vez que cruzo a la orilla sur (el Globe está allí, por ejemplo), la diferencia es que hoy me he dedicado a visitar el barrio en general en vez de lugares concretos. Merece la pena.

No deja de llamarme la atención el hecho de que, a pesar de estar justo enfrente de la City, Southwark siempre haya tenido el estigma de barrio pobre. Bueno, no sólo el estigma, basta con pasear un poco por allí para ver que hay zonas bastante deprimidas. En cualquier caso, cuanto más cerca está uno del río menos se nota, se ve que hay que aprovechar el tirón del turismo y esa zona sí que la mantienen bien acondicionada. Por allí la mayoría de las calles son estrechas y adoquinadas, con algún que otro muelle rompiendo la linealidad (en uno de ellos está atracada una réplica del Golden Hind de Drake, por cierto). Llama la atención la catedral de Southwark, una de las pocas iglesias góticas que han sobrevivido, por fin una distinta a las de Wren. Se salvó del Gran Incendio de 1666 simplemente gracias a estar en el lado bueno del río.

Y hablando del río, en Southwark hay un paseo fluvial bastante majo con terracitas, chiringuitos... y playas. Sí, cuando hay marea baja aparecen unas minúsculas playas, y si el tiempo acompaña la gente las invade para tomar el sol (de pie, no hay sitio para todos) y no bañarse (el río parece limpio, pero... yo tampoco me arriesgaría). Entre los típicos músicos callejeros del paseo me encontré con un grupo que se dedicaba a uno de los bailes tradicionales ingleses, la Morris Dance. Fans de Pratchett, tenéis que verla, y preferiblemente con una sidra en la mano, porque aclara muchas cosas sobre Lancre.

Concluyo el post con el primer sitio que visité hoy: Borough Market. Normalmente es el típico mercado de alimentación en general, como los muchos que tenemos en Vigo, pero los fines de semana se transforma en un mercado de delicatessen de todo el mundo, una especie de versión sofisticada de Camden Town. Lo grandioso de Borough Market es que la mayoría de los puestos ofrecen una degustación gratuita de sus productos, y como hay docenas de puestos uno sale de allí atiborrado y extático. La única forma de evitar dejarse el sueldo en Borough Market es seguir mi ejemplo y salir siempre con el dinero justo, porque vive Dios que me habría comprado dos de todo de haber podido.

07 julio 2006

Londres 25: The Docklands

Mediante este nombre genérico se denomina a una amplia zona de la orilla norte del Támesis que empieza pasando la Torre de Londres y siguiendo río abajo. Antiguamente (más o menos hasta que la aplanaron a bombazos los alemanes) estaba plagada de muelles de mercancías, pero el panorama cambió mucho a mediados del siglo XX por las nuevas necesidades comerciales (grandes portacontenedores, optimización de las comunicaciones, mayor demanda de espacio) y urbanísticas (la ciudad necesitaba espacio edificable para viviendas y centros de trabajo, y las Docklands estaban casi pegadas a la City). Las mercancías se trasladaron a la desembocadura del río y comenzó una nueva etapa para la zona, pero se mantuvo su extensa red de canales fluviales, y eso es precisamente lo que le da un atractivo carácter distintivo. Será que soy de pueblo costero, que me gusta ver agua.

La zona más cercana al centro son los St Katharine’s Docks, un barrio superpijo de la muerte. Son todo casitas bajas al pie de los muelles, que por cierto están petados de yates y veleros. Hay unos cuantos pubs y restaurantes, pero tienen pinta de ser de esos a los que sólo pueden ir los Lannister o los Rothschild. Así que... pasando. Es bonito, pero no es para mí.

Río abajo nos encontramos con Canary Wharf, y es un cambio radical. En esta zona se ha permitido la construcción de edificios de hasta 30 alturas, lo que la ha convertido en una segunda City al emigrar hasta allí muchas empresas que necesitaban espacio a precios razonables. En Canary Wharf encontramos un conglomerado de enormes edificios de hormigón, acero y vidrio, destinados a viviendas, oficinas y locales comerciales, todo a las orillas de los canales. Afortunadamente no resulta en absoluto opresivo como la City, los espacios son muy abiertos y da gusto estar por la zona... bueno, al menos a los urbanitas como yo nos gusta.

En los meandros del Támesis, siguiendo río abajo, nos encontramos con la Isle of Dogs, una zona eminentemente residencial que de verdad debería recibir el calificativo de Little Venice ya que, a diferencia de aquella de la que ya he hablado, en esta sí que circula vida por los canales. De hecho, muchas casas no tienen plaza de aparcamiento, sino embarcadero. Como barriada resulta muy especial, poco práctica, pero especial.

El paseo termina justo enfrente de Greenwich, y como no podía ser de otra manera me crucé el río para darme un banquetazo de especialidades inglesas en sus estupendos locales. No sé si será que yo soy raro o que la gente es muy difícil de conformar, pero cada vez afirmo con mayor convicción que en Inglaterra se come muy bien.

06 julio 2006

Londres 24: Regent’s Park

Una combinación de cielo con nubes y claros y una absoluta desidia me llevaron hoy a la clásica visita a un parque para pasear y no tener que pensar. El elegido fue Regent’s Park, y celebro la apatía porque es el que más me ha gustado con diferencia. Veamos por qué.

El parque en su mayoría se parece mucho a los demás: grandes espacios abiertos, gente por ahí tirada leyendo o practicando deportes, algunos árboles desperdigados. Pero el feeling de Regent’s Park es distinto, y una de las cosas que lo marcan es que, así como en otros parques la gente juega al fútbol y al frisbee, en este se dedican al críquet o al golf. Pero no es ese el quid de la cuestión.

La gran diferencia de Regent’s Park es el Inner Circle. A pesar de tan esotérico nombre no se trata de una logia masónica ni nada parecido. Simplemente, en el corazón del parque hay un recinto vallado (pero de libre acceso) que contiene un fabuloso jardín. Y sí, digo fabuloso, porque es un jardín de cuento de hadas. Hay decenas de parterres, cada uno con una variedad distinta de flor, y por extraño que parezca todas gozaban de una lozanía inesperada en pleno verano (las flores del Flower Walk de Kensington Garden estaban todas mustias, por ejemplo). Un auténtico regalo para la vista y para el olfato.

El límite septentrional está marcado por el Regent’s Channel, un canal artificial que antaño se utilizaba para el tráfico de mercancías y que actualmente hace las funciones de paseo ribereño y de atracción para turistas. No tengo la seguridad, pero me dio la impresión de que algunas de las embarcaciones atracadas en el canal eran empleadas como vivienda y no como vehículo, en plan Hong Kong total. El Regent’s Channel termina al oeste en un cruce de canales denominado Little Venice, que aunque está bastante bien no tiene nada que ver con la ciudad italiana ni por su apariencia ni por el uso (o en este caso falta de uso) que se les da a los canales.

Para terminar, confesar que en mi frikismo me pasé por Baker Street (está pegadita a Regent’s Park) para averiguar qué había en el 221 B, y la respuesta es: una obra. Un poco más arriba, a la altura de los doscientos cuarenta impares, hay una recreación de la casa de Sherlock con actores y tal, para los más fans. Yo no entré, tenía toda la pinta de ser una trampa de Moriarty para los turistas...

05 julio 2006

Londres 23: Victoria & Albert Museum

Sigue la lluvia, con lo que siguen también las actividades indoor. El elegido del día es el Victoria & Albert Museum (el V&A para los amigos), que básicamente es un museo dedicado a la evolución del diseño a lo largo de los siglos. Como dirían los profesionales, “todo es diseño”, y efectivamente el museo tiene muchas miniexposiciones distintas, distribuidas por países, por materiales, por tipos de objetos o por autores. Al parecer, los encargados del museo no terminan de encontrar un sistema de clasificación que les satisfaga.

Curiosamente, y sorprendiéndome a mí mismo, la sección en la que más tiempo pasé fue la de moda. Nunca he sido un aficionado de los trapitos, y para mí comprar ropa suele ser un castigo, pero he de reconocer que la colección me ha gustado e impresionado. Tienen cosas de hasta cuatro siglos de antigüedad, y lo tienen todo distribuido de forma que se pueden ir observando los pequeños o grandes cambios que fue experimentando la ropa con el paso del tiempo. Evidentemente tienen más cosas de las últimas décadas que del resto de épocas, y están especialmente surtidos de piezas de la época en que Londres era capital de la moda, los años 60.

También están muy bien los espacios dedicados a decoración e interiorismo. Han sido capaces de rescatar varias habitaciones completas de edificios históricos y las han reubicado pieza a pieza dentro del museo, con lo que se puede lograr una impresión completa de cómo vivía la gente (bueno, más bien de cómo vivían los ricos y nobles) en siglos pretéritos.

Lo más inquietante del V&A es el edificio que lo alberga. Es absolutamente laberíntico, tiene una distribución totalmente caótica, incluso con el mapa me ha costado horrores orientarme. A esto se le añade que estaban en obras y había muchos accesos cortados, y que las exposiciones no seguían ningún orden lógico, lo que dificultaba aún más la localización. Para rematar la faena, los mapas dividen el edificio en seis niveles (aunque sólo tiene dos plantas), hay puertas semiocultas que deberían llevar a la siguiente sala pero no se pueden abrir (supongo que me faltaba el conjuro apropiado), algunas salas se pueden ver pero no parecen accesibles por ningún lado (no conseguí encontrar el teleportador a la exposición de instrumentos musicales por mucho que me esforcé) y de vez en cuando te topas con monstruos (un grifo y un dragón como mínimo). Bienvenidos al dungeon-museo.

04 julio 2006

Londres 22: The National Gallery

El buen tiempo de ayer no podía durar, y una súbita tormenta de verano me hizo cambiar mis planes de exteriores por una alternativa de interiores. Toca museo.

La National Gallery está muy bien como iniciación a la historia de la pintura europea. Tiene un poco de todo y abarca seis siglos (del XIII al XVIII), con lo que siempre va a haber algo para todos los gustos. Y, aunque esto hace que la visita resulte muy variada y vistosa, la falta de especialización le quita bastante interés para mi gusto.

Tomemos las obras de España, Italia y Flandes del Renacimiento y aledaños, por ejemplo. La muestra está bastante bien, pero me quedé con la impresión de que en realidad lo que tienen allí es lo que al Museo del Prado le sobraba y fue regalando para que no ocupase espacio en el almacén. Vale, las comparaciones son odiosas, pero no puedo evitar hacerlas, y en ese aspecto la National Gallery me parece un simple quiero y no puedo.

Probablemente por falta de buenos referentes con los que comparar me gustó más la última parte del museo. De los impresionistas y sus amiguetes están bien surtidos, al menos lo suficiente para hacer que me parase más que en salas anteriores. De todas formas, y empezando a conocer la organización de los museos londinenses, me temo que el grueso de las obras de este período estará en el Tate Modern, una opción más para otro día de lluvia.

La visita a la National Gallery me produce sentimientos encontrados. Está bien, pero no me ha dejado tan satisfecho como otros museos. Supongo que en realidad lo que me pasa es que me encanta quejarme de vicio.

03 julio 2006

Londres 21: Buckingham Palace

“Qué mañana más bonita para hacer maniobras militares”, pensé hoy al levantarme. Era temprano, el cielo estaba despejado y ya hacía calorcito (algo que en España damos por sentado en julio pero que aquí a veces ocurre y a veces no), así que a las maniobras me fui.

Ya había intentado una vez pasarme por Buckingham Palace para ver la ceremonia del Relevo de la Guardia, pero fui con el tiempo muy justo y me encontré miles de turistas ocupando la plaza que hay frente al palacio, con lo que la cosa quedó en una salida falsa. Hoy llegué con una hora de adelanto y pude elegir sitio, y volvieron a aparecer los miles de turistas igualmente. El control de este evento es responsabilidad de los bobbies, que además de ser policías ejercen funciones de animadores socioculturales, supongo que para ganarse a la turba y que así les hagan caso sin tener que sacar las porras.

La ceremonia en sí es muy vistosa, básicamente se trata de un desfile militar protagonizado por soldados con uniformes curiosos siguiendo un ritual. Aunque los protagonistas son los Welsh Guards (los de los gorros altos y negros y las casacas rojas) también participan los Life Guards (los de las corazas y los caballos, la auténtica Guardia Real aunque no lleven capas blancas). A falta de una participan dos bandas de música, que se pasan la hora que dura el Relevo tocando marchas varias. Aunque la parte principal de la ceremonia se realiza en el patio del palacio, cuando el relevo saliente abandona el recinto (y los turistas se dispersan) en realidad la ceremonia sigue, pero por el Mall (la calle de enfrente) y con tráfico real que es detenido para que los soldados puedan marchar hacia su cuartel.

En general me ha gustado, aunque no digo que me ha gustado mucho porque las aglomeraciones siempre le quitan encanto a las cosas. Estoy de acuerdo en que es una de las atracciones que hay que ver en Londres, pero no entiendo por qué a esta vienen hordas de turistas y a otras (como el Globe) vamos cuatro gatos. Malditos turistas de foto y topicazo...

Hoy no recomiendo un pub sino un bar. Se trata del Gordon’s Wine Bar, un local que está a caballo entre las definiciones de “tascorro inmundo” y “rincón encantador”. Son unas antiguas bodegas a la orilla del río, por la zona de Embankment, que han sido reconvertidas en local de hostelería. Está excavado en la roca, tiene el techo muy bajo (yo sólo entro agachado, Berni tendría que entrar arrodillado cual penitente) y se ilumina a base de velas. La comida y la bebida son muy buenas, aunque se paga esa calidad. Eso sí, hay que tener mucho cuidado, porque es coto de caza de carteristas y malandrines varios.

02 julio 2006

Londres 20: Imperial War Museum

Una visita imprescindible para cualquier wifero. En realidad es recomendable para cualquiera, por supuesto, pero con ese background en concreto se disfruta muchísimo más. Pasen y vean.

Aunque su nombre pueda llevar a pensar otra cosa, el museo está dedicado de forma muy especial a la historia militar del siglo XX, y en concreto y como no podía ser de otra manera a las dos Guerras Mundiales. Es casi imposible destacar las piezas más sobresalientes del museo porque hay muchísimas y muy buenas, resulta verdaderamente asombroso. Por poner un par de ejemplos, mencionaré que tienen el original de la Directiva 1 (la orden de invasión de Polonia firmada por Hitler) o el tanque de Monty (aparcado en un enorme hall con los demás vehículos de tierra, mar y aire).

La disposición de las piezas es simplemente brillante. Está todo ordenado de forma cronológica, y todos los elementos están acompañados por carteles de la época, periódicos, música, sonidos, discursos, background histórico y demás parafernalia. El Imperial War Museum no se conforma con enseñarte cosas, aspira a trasladarte a cada momento y situación. Y a veces lo consigue.

La búsqueda de la ambientación total culmina con una serie de salas interactivas donde te meten de lleno en la situación. Algunas son para niños y otras para adultos, pero me dio igual, acabé probando todas las que me dejaron y me lo pasé como un enano. Si alguna vez queréis experimentar lo que sentían los soldados en las trincheras de Verdún, los civiles durante los bombardeos de la Batalla de Inglaterra o los marineros en un submarino ya sabéis adónde tenéis que ir.

Para concluir, una curiosidad. Entre las piezas se pueden encontrar varios juegos de época, como el wargame de tablero de la batalla de Jutlandia o el juego de cartas no coleccionables de los políticos de finales de los años 30, fabricados poco después de sucedidos los hechos simulados para aprovechar el tirón. Recuerdos de los protofrikis para las generaciones venideras.

01 julio 2006

Londres 19: Soho

Debo confesar que ya me había coincidido pasar por este barrio un par de veces y que me había resultado decepcionante, pero había sido a plena luz del día y por el tipo de locales de la zona ya se entreveía que lo suyo sería pasar en horario nocturno. Pues bien, tras un día de absoluta molicie y futbolismo me pasé la noche por el Soho.

Con la oscuridad la cosa es muy distinta. De unas calles desérticas con locales cerrados se pasa a una densidad de población que tiende a infinito, con todos los establecimientos abarrotados y las calles invadidas por los que no caben dentro. Y locales hay para casi todos los gustos, desde los pubs que van a su rollo y chapan a las 12 como es tradición hasta los sitios más exclusivos con enormes colas de pijos con sus mejores galas. Bueno, casi todos los gustos, que sigo esperando a encontrarme el primer garito metalero londinense, que por lo que veo tampoco está en el Soho.

Allí también está Chinatown, cuya población local se ha esforzado mucho en hacerla reconocible para todos los occidentales a base de topicazos, con lo que parece una auténtica ciudad china falsa (no como Banglatown, en Whitechapel, que parece un barrio londinense pobre con olor a curry y ya). Dicen las guías turísticas que en el Soho también se concentra la mayor parte de los inmigrantes franceses, y debe ser verdad, porque había varios cientos montando un tremendo pollo en Piccadilly Circus cantando la Marsellesa y ondeando la Tricolor en honor a la victoriosa selección gabacha.

Para concluir, un consejo: hay que ir con unas buenas botas. Entre los cristales rotos que alfombran las calles y los cientos de pisotones que van cayendo, uno puede entrar con unos pies sanos y salir con unos muñones ensangrentados. Avisados quedáis.