10 septiembre 2006

Avignon

Tras una jornada de acción sin límites, una visitilla cultural de relax. Como ya sabréis, Avignon destaca en la historia por haber sido la sede del Papado durante varias décadas, y eso hace que los sentimientos de orgullo local e independencia se vean muy acentuados. El bilingüismo y el sentir occitano son mucho más visibles aquí que en cualquier otra localidad en las que he estado. Por supuesto, en Avignon no ha habido antipapas, los antipapas eran los de Roma.

Lo primero que se ve al llegar a la ciudad son las murallas. De piedra blanca, muy bien trabajadas, una alegría para la vista... pero enanas. A lo sumo deben llegar a los 4 metros en su punto más alto. Comenté el detalle con un aborigen, y la respuesta fue la obvia: los papas se defendían de sus enemigos a base de excomuniones y sobornos, y las murallas de Avignon eran meramente decorativas. Detalles como este son los que permiten adquirir perspectiva de los acontecimientos históricos.

A continuación pasamos por el Pont de Sant Bénezet (el Puente de San Benito, cómo no, en occitano), una construcción medio en ruinas sobre el Ródano. Bueno, más bien una media construcción no en ruinas, ya que la parte que se conserva está perfectamente: la otra parte se la llevó una riada tiempo ha y decidieron que no merecía la pena reconstruirlo. Así pues, el famoso Pont d’Avignon de las canciones no vale para cruzar el río, pero sí para danser tous en rond, algo para lo que fui de los primeros en apuntarme ahora que soy todo un experto en bailes regionales occitanos.Evidentemente, el plato fuerte de la visita fue el Palais des Papes. La zona en la que está incluye un escarpadísimo promontorio que domina todo el valle, y el palacio está construido para aprovechar la orografía, con lo que en ocasiones se pueden encontrar estupendas mezclas de arquitectura y geología al servicio de la defensa. Y digo defensa porque más que un palacio parece un castillo de sólido y resistente que es. El edificio se conserva estupendamente, ya que a lo largo de los años se han ido encargando de restaurarlo con muy pocas modificaciones, pero la decoración y el mobiliario están completamente arruinados: durante la Revolución se utilizó como cuartel del ejército y los soldados se calentaban en invierno quemando tapices y tronos varios.

Además de como monumento histórico, el Palais es sede de un importantísimo evento cultural: el Festival de Teatro de Avignon, un acontecimiento de fama mundial que se celebra en el patio de armas del palacio. De hecho, aprovechando la coyuntura se ha habilitado un ala del palacio como museo del Festival, y allí se pueden admirar los disfraces que docenas de actores de prestigio han vestido en sus interpretaciones. Como la mayoría de los disfraces eran medievaloides, ayuda a ambientar un poquito más el entorno. Como era de esperar, en otra de las alas del palacio hay un museo del Papado, en el que se resume la historia de los papas aviñoneses, por supuesto barriendo para casa y planteándolo como la edad de oro de la Iglesia.

E
l detalle friki con el que me he quedado ha sido la Habitación del Ciervo. Es un pequeño cuarto situado justo al lado de las estancias del Papa, accesible sólo desde el dormitorio papal. La versión oficial es que se llama así por las escenas de caza pintadas en las paredes... pero entre que aún recuerdo lo que aprendí en literatura gallega sobre las cantigas y su simbología, que no olvido que estamos al lado de Provenza, y que todo me encaja... sólo puedo decir una cosa: “Es bueno ser Papa”.

La última visita del día fue al Pont du Gard, un acueducto romano que se encuentra a unos kilómetros de allí. En su día se empleaba para llevar agua de las montañas a Nîmes, la ciudad más grande de la zona en aquellos tiempos, pero las invasiones bárbaras lo volvieron inútil por falta de mantenimiento. La construcción se encuentra en perfecto estado (los romanos hacían las cosas para que durasen), y si no fuera por los siglos de sedimentos que se han acumulado en las canalizaciones seguiría cumpliendo su función. Está ubicado en un entorno espléndido, sirviendo como puente sobre el río Gardon, y sus alrededores son fantásticos para tomar el sol, darse un baño, hacer un picnic o dar un paseo en canoa. El clima acompañaba, pero el tiempo era escaso... de haber podido, habría plantado una tienda de campaña y me habría quedado allí una semana entera.