04 julio 2006

Londres 22: The National Gallery

El buen tiempo de ayer no podía durar, y una súbita tormenta de verano me hizo cambiar mis planes de exteriores por una alternativa de interiores. Toca museo.

La National Gallery está muy bien como iniciación a la historia de la pintura europea. Tiene un poco de todo y abarca seis siglos (del XIII al XVIII), con lo que siempre va a haber algo para todos los gustos. Y, aunque esto hace que la visita resulte muy variada y vistosa, la falta de especialización le quita bastante interés para mi gusto.

Tomemos las obras de España, Italia y Flandes del Renacimiento y aledaños, por ejemplo. La muestra está bastante bien, pero me quedé con la impresión de que en realidad lo que tienen allí es lo que al Museo del Prado le sobraba y fue regalando para que no ocupase espacio en el almacén. Vale, las comparaciones son odiosas, pero no puedo evitar hacerlas, y en ese aspecto la National Gallery me parece un simple quiero y no puedo.

Probablemente por falta de buenos referentes con los que comparar me gustó más la última parte del museo. De los impresionistas y sus amiguetes están bien surtidos, al menos lo suficiente para hacer que me parase más que en salas anteriores. De todas formas, y empezando a conocer la organización de los museos londinenses, me temo que el grueso de las obras de este período estará en el Tate Modern, una opción más para otro día de lluvia.

La visita a la National Gallery me produce sentimientos encontrados. Está bien, pero no me ha dejado tan satisfecho como otros museos. Supongo que en realidad lo que me pasa es que me encanta quejarme de vicio.