03 septiembre 2006

Sète

Una nueva escapada a una ciudad vecina, aunque en justicia he estado en tres y la que da título al post fue la visita de la tarde; ha tenido el honor de encabezar a las demás por ser la más grande e importante, pero las tres han estado muy bien. Procedo a describirlas en orden cronológico.

Tempranito por la mañana estuve por Pézenas, una localidad próxima a la costa y con un ambiente muy cálido. Sus calles recuerdan ineludiblemente a las de las aldeas gallegas, o al menos esa es la impresión que me quedó. A pesar de ser una localidad bastante pequeña tiene bastantes historias que contar: un castro prerromano, una fortificación romana sobre él, un castillo medieval sobre ella, y unas lamentables ruinas de todo ello tras convertirse en un foco de resistencia al poder real (los Borbones no se andaban con coñas). También es inevitable encontrar mil referencias a Molière, que vivió en Pézenas durante una temporada; mención especial a la barbería donde Molière se iba a arreglar las pelucas, que actualmente alberga la oficina de turismo local.

El mediodía se me fue volando en Cap d’Agde, una localidad costera con unas playas increíbles. Resulta que esa zona fue un foco de actividad volcánica hasta no hace mucho (en tiempo geológico, claro), y la playa en la que estuve era buena prueba de ello: una calita incrustada entre acantilados de roca volcánica, con arenas y guijarros de tonos negros y grises, y unas aguas de un azul marino espectacular. No había una sola nube en el cielo, el poco viento que soplaba lo bloqueaban los acantilados, y el agua estaba fresca pero no fría. Simplemente perfecto.

Por la tarde visité Sète, una pequeña ciudad a la que llaman la Venecia de Francia, y debo reconocer que con bastante razón. Se trata de una de las salidas al mar del Canal du Midi, una magna et vera obra de ingeniería que conecta en el Atlántico y el Mediterráneo a través de todo el sur de Francia. Sus calles están auténticamente volcadas sobre los canales y, aunque hay espacio para el tráfico rodado, las principales avenidas están dominadas por los cursos de agua. La ciudad va trepando por la única colina que hay en varios kilómetros a la redonda, y desde cuya cima se puede admirar una espléndida vista de la región. Como detalle folclórico cabe comentar la tradición local de la Justa, que es básicamente como un torneo medieval pero con marineros en vez de caballeros, con barcas de remos en vez de caballos, y con una gran falta de sangre y habilidad. Los competidores, que representan a los diferentes barrios de la localidad, le ponen muchas ganas, pero alguien les tiene que decir que el escudo va en el brazo derecho y que tienen que aprovechar el impulso de la barca en vez de arrearle de palos al oponente. Muy, ejem, pintoresco.

1 Comments:

Blogger Zabu said...

Decía fotos?
de la aquajusta esa deberías incluír un vídeo!!

2:33 a. m.  

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