29 junio 2006

Londres 17: The Natural History Museum

Aunque mis planes originales para hoy eran otros, me he levantado poseído por el espíritu de Ross Geller, así que después de corregir los exámenes y transmitir las buenas o malas noticias a las interesadas he cogido el petate y me he dirigido al Museo de Historia Natural.

El edificio es simplemente una maravilla, fue construido en tiempos de la reina Victoria específicamente para albergar este museo y tiene unas proporciones colosales, pero no por funcional deja de ser bonito. La única pega que le veo es que le han enchufado un anexo horrendo que es un cáncer en el conjunto arquitectónico y al que intenté no mirar con demasiada atención para evitar la tentación de tirarle piedras.

La verdad es que la mayor parte de las exposiciones están concebidas para estudiantes de secundaria, con lo que muchas veces no me resultaban ni curiosas ni sorprendentes, pero he de reconocer que están muy bien planteadas y que de vez en cuando me encontraba con algo nuevo que me hacía pararme. Cómo no, en la sala en la que pasé más tiempo fue en la de los dinosaurios, tanto por lo interesante de la exposición como por la cantidad y calidad de los fósiles (tienen una buena cantidad de esqueletos completos y de piezas en excelente estado de conservación, da gusto verlos).

Eso sí, el frikismo me pudo y lo que más me fascinó fueron los fósiles de la Edad de Hielo, pero no por las películas de animación (que también) sino por La Canción de Hielo y Fuego. Me he encontrado con bastantes de los monstruos de las novelas, entre ellos los mamuts, los ciervos gigantes, los lobos huargos... y los dragones, claro (bueno, los primos pobres que no escupían fuego pero que te podían tragar entero igualmente).

Aprovecho para romper una lanza en favor de los historiadores, sobre todo en honor a Roi E. Los celacantos existen, he visto uno, por una vez no nos han colado una truja. A no ser que se tratase de una excelente falsificación, nunca se sabe...