19 junio 2006

Londres 7: La City

Hoy ha tocado ruta por el corazón financiero de la ciudad. No ha sido la visita más espectacular de todas, pero ha tenido sus puntos interesantes. Ante todo, destacar que la City es opresiva, las calles son demasiado estrechas, los edificios son demasiado altos, hay demasiada gente y demasiados vehículos. El dióxido de carbono ambiental casi se puede masticar, y si coincide que vas un día en el que el cielo está plomizo como hoy la cosa se vuelve más deprimente. Los edificios están todos muy concentrados, apenas hay espacios verdes, o siquiera abiertos. Así es como consiguen que 350.000 personas puedan trabajar todos los días en apenas una milla cuadrada. De noche la situación se invierte completamente, dado que la City tiene un censo de tan sólo 5.000 habitantes.

La City es una sucesión de edificios de grandes corporaciones, desde los muy clásicos del XIX hasta los muy modernos del año pasado. Está todo mezclado a la buena de Dios, parece que aquí se olvidaron de establecer un plan urbanístico racional. Los únicos edificios que alteran esta tendencia son las iglesias, que hay muchísimas, supongo que serán los únicos edificios que no pudieron tirar para construir rascacielos. Las iglesias suelen estar encajonadas entre todo este marasmo de cemento y vidrio, en muchas ocasiones incluso pared con pared. Ni siquiera la Catedral de San Pablo, que está en medio de todo esto, se libra de las estrecheces impuestas por el capital. San Pablo es una iglesia y cobran por entrar, así que me he limitado a verla por fuera, como siempre.

Tres lugares me llamaron especialmente la atención. El primero de ellos es la plaza donde confluyen las calles Victoria y Threadneedle, en la cual podemos encontrar el Banco de Inglaterra, la Bolsa, la Mansión del Alcalde, otra estatua de Wellington (mira que gusta este hombre en esta ciudad) y, curiosamente (atento Alberto D) la estatua del inventor de la tuneladora, imprescindible para la ampliación de la red de metro. Está todo tremendamente comprimido en muy poco espacio, pero no da la misma sensación de agobio que en el resto de la City.

Otro es un edificio que, aunque no sale en las guías, se puede ver desde muchísimos puntos de la ciudad. De hecho llevaba desde el primer día rayándome con qué podría ser. Es el número 30 de St Mary Axe, y se trata de una construcción moderna, todo vidrio azulado y con forma cilíndrica (o fálica, que dirán los freudianos) dedicada exclusivamente a oficinas de alquiler. Es uno de los pocos de la zona con espacios abiertos, y en los bancos que hay en el pseudoparque artificial que lo rodea se pueden leer curiosas frases que parecen escritas por Neil Gaiman de tripi y que evocan curiosas imágenes que le sacan a uno del ambiente que le rodea.

El último es una calle muy pequeña cuyo nombre solo ya vale un mundo: Love Lane. Está metida entre las Casas de los Gremios, y en ella están las ruinas convertidas en parque de la iglesia de St Mary Aldermanbury, una iglesia gafe (construida en el XII, ardió en el Gran Incendio, reconstruida por Wren en el XVII, la destruyeron los alemanes en la Batalla de Inglaterra... y ya pasaron de volver a construirla). No sólo es excepcional por permitir escapar del agobio de la City que la rodea, sino también porque allí están enterrados Condell y Heminge, dos actores de la compañía de Shakespeare, los dos que publicaron sus obras en el famoso Folio, y que pertenecían a esa parroquia. Si uno se fija bien incluso se puede ver que, además del monumento moderno, está por allí escondida la lápida original de uno de ellos.

Para concluir, un desagravio. Aunque Dunkin Donuts me hizo aborrecer de los muffins, a lo largo de esta semana he tenido oportunidad de probar unos cuantos en varios sitios distintos, y he de decir con toda justicia que los muffins son un regalo del cielo. Una razón más para no volver a pisar una franquicia de alimentación. Cristo, pero qué buenos están.