21 junio 2006

Londres 9: Whitechapel

Ante todo, la aclaración para los no frikis. Whitechapel es un barrio del East End muy próximo a la City, sin nada especialmente destacable salvo su oscuro pasado: fue la zona donde Jack el Destripador cometió sus crímenes allá por 1888. Por eso he ido por allí antes que a otros sitios más famosos o potencialmente interesantes para el público en general, por mero interés morboso y por afición a Alan Moore.

Dado que se me había advertido sobre la mala fama del barrio en la actualidad, y que no conseguí encontrar información clara para orientarme por allí, opté por apuntarme a uno de los paseos guiados que se ofrecen a los turistas, para ir en grupo y con alguien que supiese por dónde pisaba. ¿Y quién resultó ser mi guía? Uno de los Yeoman Wardens, vestido de paisano y en su tiempo libre. Le imprimió a la visita el mismo tono instructivo y humorístico que le dan a las de la Torre de Londres, y además trajo material adicional para ir rulándolo entre los del grupo (fotos, dibujos, recortes de prensa de la época, monedas, etc), con lo que la visita ganó muchos puntos. Me ha gustado especialmente el planteamiento sobre las teorías de quién pudo ser Jack the Ripper, basándose en hechos y dejando de lado la mayor parte de las teorías conspiranoicas y místico-festivas; tendré que releerme From Hell desde este nuevo punto de vista.

El barrio en sí no ha cambiado demasiado desde finales del XIX. Calles estrechas, edificios viejos de ladrillo rojo (nótese la diferencia respecto a “edificios antiguos”), basura tirada por el suelo, ratas, peña chunga... justo lo que todos esperábamos. Muchos de los sitios donde tuvieron lugar los hechos luctuosos se conservan casi tal cual, lo que le da muchísimo encanto... una pena no haber hecho la visita de noche, habría sido un puntazo. Pero algunas cosas han cambiado, claro. Los edificios restaurados valen una millonada y sólo vive gente con posibles en ellos, y Brick Lane ya no alberga fábricas sino infinitos restaurantes indios. Me quedé con las ganas de tomarme una birra (o mejor, una ginebra, que es lo suyo) en el Ten Bells, pero bueno, ya lo tengo localizado así que acabará cayendo tarde o temprano.

Siguiendo con las historias de terror londinenses, aprovecho para hablar sobre el metro. Es curioso que con lo bien organizado que está todo por aquí el Underground sea simplemente desastroso. La mitad de los trenes necesitan un par de reparaciones, y la otra mitad que los jubilen. Las estaciones están en un estado deplorable, desde luego no invitan a quedarse allí para nada. Y el servicio, además de caro, es deficiente, hay una incidencia grave cada día como mínimo y no es la primera vez que tengo que rehacer rutas por ese motivo. Pero lo que más me mosquea es algo que ya me ha pasado dos veces: en un momento dado un tren puede pararse en medio de la nada, durante un minuto más o menos, durante el cual se oye una puerta que se abre y luego se cierra. ¿Habrá estaciones secretas, sólo conocidas por miembros de extraños cultos o por razas subterráneas? Empiezo a comprender por qué Neil Gaiman escribió Neverwhere...

1 Comments:

Blogger Waznei said...

Es fascinante eso que dices de las paradas de metro secretas. Me recuerda a la noticia aquella del garito montado en las catacumbas de París.

Por cierto, alguien tiene que raparse la cabeza...

8:04 p. m.  

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