27 agosto 2006

Barcelona 1: Las Ramblas

Resulta bastante bizarro numerar esta entrada con el 1 (con la cantidad de veces que he visitado Barcelona), y que el lugar elegido hayan sido precisamente las Ramblas (un sitio al que he ido en todas y cada una de mis visitas), pero más aún que siga teniendo cosas que contar de esta ciudad y que cada vez me ofrezca algo nuevo.

Como novedad, es la primera vez que vengo en pleno verano. A Barcelona nunca le han faltado turistas en todas las épocas del año, pero en agosto la afluencia es brutal. Me ha resultado hasta incómodo tener que bregar con las multitudes para cualquier cosa que quisiera hacer, y hasta me he sentido un poco ofendido por que las hordas de guiris invadiesen mi ciudad. Sí, he dicho mi ciudad, el destino ha querido que desarrollase un sentimiento de pertenencia con Barcelona, un lugar al que me siento mucho más unido que a mi apreciada pero no querida Pontevedra, por poner un ejemplo. Eso sí, los auténticos barceloneses se muestran encantados con el turisteo, como mejores comerciantes de España están felices ante semejante oportunidad de sacarle las pesetitas (bueno, ahora los euritos) a toda esa gente deseosa de gastárselas.

Aprovechando que la he revisitado, ahí va como apunte cultural la historia de la Fuente de Canaletas. Se trata de una fuente decimonónica situada en la parte alta de las Ramblas, casi llegando a la Plaza de Cataluña, y la leyenda dice que quien bebe de ella está destinado a volver a Barcelona. Por mi parte, he comprobado que la maldición no se limita a la siguiente visita, o que igual de tanto beber de ella me ha pasado como a Obelix con la poción mágica y los efectos me duran para siempre, porque a pesar de que por primera vez no bebí de ella en mi penúltima visita (estaba enfadado con Barcelona porque en vez de una experiencia inolvidable, como todas las anteriores, esa vez me ofreció sólo una buena estancia) los hados se esforzaron en hacerme caer allí por cojones (no había vuelos, no había autobuses, no había trenes por la ruta norte... mi única forma de llegar a Montpellier ha sido teniendo que detenerme en Barcelona durante varias horas). Advertidos quedáis, creáis o no en los poderes de la Fuente.

Hoy en vez de un local recomendado voy a poner dos, porque Barcelona lo merece. Y aunque hay muchos otros locales de obligada mención los dejaré para futuras entregas por el simple motivo de que no los he visitado hoy. Uno es el Starbucks de las Ramblas, primero porque no parece un Starbucks (tiene sofás y mesas de ajedrez, y el look plastificado se limita a lo estrictamente marcado por la franquicia) y segundo porque cuenta con una WiFi abierta y gratuita (aunque creo que es del hotel con el que comparte edificio, ejem). El otro es Fresc Co, una franquicia de restaurantes sanos (lo siento, Bris, la única carne que dan es pollo) en la que además de comida rica ofrecen la fórmula mágica “come todo lo que quieras”.

Para concluir, recordar que la de hoy ha sido una etapa prólogo en mi ruta hacia la Galia, y que me he metido un tremendo tute ferroviario. Escribo esto ya en mi destino, y a pesar de que estoy algo cansado ni me quejo ni me arrepiento de haber hecho la ruta en tren. Hoy he recordado que también se puede disfrutar del camino, y tanto los momentos de relajación leyendo o charlando con el resto de viajeros como los estupendos paisajes que he ido viendo (especial mención a los acantilados de la Costa Brava y a las marismas de la costa sur de Francia) me han hecho replantearme mi recién adquirido concepto de las ventajas del avión. Definitivamente, hay un momento para cada cosa y un vehículo para cada viaje.

1 Comments:

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9:51 a. m.  

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