01 septiembre 2006

Montpellier 4: Le Quartier Arabe

En realidad esta zona no es nada turística. De hecho, habrá mucha gente que afirme que lo recomendable es no visitarla. ¿Por qué hago un comentario sobre el barrio? Porque paso por allí a diario de camino a cualquier otro sitio. Y porque a mí sí que me gusta.

La verdad es que el barrio árabe está bastante mal. Se trata de una zona muy deprimida, de edificios antiguos sin arreglar, con unas calles bastante sucias y de tráfico caótico. A primera vista causa una mala impresión, pero si se le da una oportunidad acaba revelando sus encantos.

Por las mañanas tiene una apariencia muy fresca. Las tiendas no se limitan al espacio que les ofrece el local, y los productos invaden las calles. Me gustan especialmente los puestos de fruta, que mezclan lo tradicional con lo exótico y le dan un estupendo toque de color a un barrio bastante gris. Las pescaderías están inmaculadas, y no sale ninguna clase de olor de la mercancía, lo que es muy de agradecer tanto como paseante como como consumidor. Y las panaderías ofrecen dulces orientales que no se pueden encontrar en las más tradicionales, más francesas, que hay en el centro.

Cuando mejor se está es por las tardes. Los puestos de venta le dan el relevo de las aceras a las sillas y las mesas de los bares, entre los que abundan las teterías. También hay muchísimos restaurantes de diversos países musulmanes (Argelia, Turquía, Mali, el Líbano, erm... Italia...), y cuando las cocinas están a pleno rendimiento se produce una fabulosa conjunción de olores a especias y delicias mil. También es la hora en la que el tráfico se vuelve suicida, pero bueno, forma parte del momento y hay que aceptarlo.

Por las noches es todo bastante diferente. La verdad es que la oscuridad lo transforma en un barrio marginal más, todo lo que le da su encanto se bate en retirada para que los jóvenes tomen las calles. Y, curiosamente, los rapaces locales no han optado por el hip hop ni por la tradición islámica: por extraño que parezca, el barrio árabe es feudo de los clásicos malotes, que van calle arriba calle abajo con sus Vespinos de tubo recortado montando escándalo y molestando a mujeres y ancianos. No sé si será que tengo un aspecto siniestro y les doy miedo, o que estoy imbuido del poder de Friti Frey y temen que les suelte un remazo, el caso es que a lo más que han llegado es a pedirme dinero y largarse al ver mi mirada Wargrave, y ahora ejerzo de escolta semioficial de las compañeras que viven en la zona.

Por cierto, hoy he encontrado un local donde ponen música decente. Se llama Kill Beer, y además de rock y metal tienen cerveza buena a precios razonables y decoración tarantinesca. Está en el centro, no en el barrio árabe, y lo he encontrado gracias al método infalible de preguntar al chaval que iba por la calle con una camiseta de Cradle of Filth. Doy fe, el buenrollismo del metal se extiende a todos los países.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

El poder del metal te guía :)

12:26 a. m.  

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